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Bienvenido a la versión simplificada del proyecto Tono-G, un espacio de producción y experimentación con el lenguaje que no ambiciona hacer literatura sino algo mucho más elemental: generar texto. Se trata de un afiche lleno de ideas, palabras e imágenes que te invita a pensar y a ver más allá de la inmanencia de las cosas. Este es mi espacio de collage en el que me propongo hallar el tono de las cosas, mi tono de las cosas. Los invito a acompañarme en esta búsqueda. ¡Comencemos nuestro recorrido!

Thursday, October 20, 2011

Extrañar es una cosa

"La reproduction interdite" (1937) 
René Magritte
Una cosa es extrañar algo que se rompió, que se perdió, que robaron, que prestamos, que alguien se llevó o que trocamos por algo nuevo. Una cosa es extrañar a alguien que quisimos mucho y que siguió su camino o extrañar a alguien que ya ha muerto. Una cosa es extrañar momentos de nuestras vidas que germinan en nuestros recuerdos y perfuman nuestras tardes e iluminan nuestras noches. Una cosa es extrañar los lugares en donde uno ha sido feliz o en donde uno ha estado cómodo pudiendo encontrarse a sí mismo y a los demás. Pero lo más terrible es descubrirse frente al espejo y sorprenderse porque la imagen devuelta no sea de veras un reflejo, la más terrible es en ese momento descubrir que aquello que con más dolor se puede extrañar es uno mismo. Para poder extrañar algo, ese algo tiene que haber quedado fuera de alcance, haberse desvanecido en el aire o (y ojala sea este el caso) haberse escondido en algún rincón que ni podemos evocar. Hoy me he quedado mudo pero no por eso sin palabras y en este discurrir de mis ideas miro y veo, y lo que veo es que me extraño de mi mismo y que en esa extrañeza me extraño cada vez más. Sobre todo extraño ese fuego, esa hoguera, que me hacía vivir cada día con intensidad, la semana repleta de cosas distintas, las horas repletas de pasión y con ganas de saber más, de vivir más, de ser más. Ahora… todo se ve cuadriculado y es la cinta métrica cuando no la balanza o el traicionero reloj lo que mueve casi por inercia los engranajes de una rutina que ya harta de homogénea no necesita agenda. Y aunque hoy sienta que una cosa es extrañar algo y otra cosa es extrañarse, se en el fondo que por lo menos extrañar algo ya es una cosa, extrañar algo es un comienzo, es un despertar.


El texto anterior fue escrito y publicado vía Facebook en Enero/2010, altamente condicionado por los efectos alienantes que el trabajo en el que estaba empleado por aquel tiempo significó en mi vida. A continuación, reproduzco un fragmento de los comentarios que dan cuenta de la recepción inicial de este escrito que, aún no pudiendo ser considerado por su autor como literario, se constituye en uno de los motivos por los cuales este blog ha nacido y se mantiene. Quería simplemente compartir nuevamente este texto con uds. en un momento del año en el que otras circunstancias bien distintas logran que no me encuentre a mí mismo donde me había dejado, haciendo que estas viejas palabras me vuelvan a la boca con un nuevo sentido. Tal parecece que es difícil creer en uno mismo, especialmente cuando ese "uno mismo" es un desconocido que resiste a reflejarse fielmente en el espejo deformante de la mirada.


Tuesday, October 18, 2011

Húmeda melancolía [Abril/2010]


En estos días de lluvia en que el cuerpo parece sentirse aliviado por el descenso de la temperatura que un par de horas atrás hubiera convertido la ciudad en un verdadero horno, parece comprensible o, al menos, tolerable el asalto inesperado de aquel sabor melancólico del recuerdo, memoria de lo que podría haber sido y no fue, o mejor, de aquello que fue pero que, dejando de ser, no pudo ser otra cosa más que lo ya fue.

Y me sorprendo frente al espejo mirándome como a un extraño para sólo recordar en el sabroso silencio de mi corazón como las aguas serenas buscan algo que las agite y las encauce hacia el mar antes de que el estancamiento comience a hacerles olor.

¿Spleen quizá? No… es algo más profundo que el mero tedio… es ese sabor dulce y a la vez amargo de los fantasmas de esperanzas que el corazón abrigara en otros tiempos que no son los corrientes. Son las ondas de un antiguo cacharro que ha sido descubierto desde lo profundo para ser arrojado a lo lejos, al humedecido silencio de la muda Noche.

Sí… esos cacharros tienen nombres grabados en su exterior. Nombres que pocas veces cuesta recordar, mas en mil y una ocasiones quisiera no poder evocar. Empero mi alma se ha empecinado y, asociada con mi lengua, traicionan mis intenciones y me hacen cometer deslices que me recuerdan mi debilidad.

El agua se tiñe de cielo. El lago busca reflejar los astros, atrapar aquellas estrellas en su seno, ahogar en lo secreto aquello tan próximo y lejano, aquello tan sagrado y a la vez profano. En secreto, muy en los adentros, el lago quiere ser la Luna… pero ésta, celosa de un brillo que le es prestado, se esconde tras una nube y quién sabe si volverá a mostrarse mientras dure la noche.

[Editado Oct/2011]

Friday, October 14, 2011

Imagen partida [04/04/2010]



Tuve un sueño que me heló la sangre. Vi la imagen de la Virgen Madre que mi mamá pintó para mí quebrarse en tres piezas delante de mí. Se ha partido a la mitad y ha quedado separada de su base.
Yo mismo siento a veces que estoy separado de la base, de ese fundamento que me sostiene y que me olvido cada día. A veces siento que he perdido los pies y que no camino hacia ningún lugar sino que me arrastro y me dejo llevar por cualquier inclinación que me haga rodar cuesta abajo. Y veo en medio de la noche, en el frío oscuro de la calle que me abraza, como se parten mis ideas y cómo se quiebra la inocencia que se había cuajado una vez más tapando las heridas que yo mismo me causara. 
El mundo, tal y como lo pintaron para mí, no existe. Es puro yeso modelado y cubierto de palabras que engañan y dan color a la blancura sepulcral. Camino por ese valle siniestro que media entre al menos dos familias de deseos que colisionan y se hieren, dos familias que se disputan un lugar en mi mente, en mi cuerpo, en mis manos.
Más allá de la altura de los deseos y del aullido de mis miedos, de los gruñidos de mi ira, del gemir en mis pasiones, más allá de todo, escucho clara y serena la voz del mar que ruge y del viento que brama, de la tierra que se estremece desde el centro y sacude mi cosmos. No es esta percepción algo que me alivie o ilumine, es sólo pura y mera percepción ante la que me quedo atónito sin poder percibirme a mí mismo en esencia y verdad, tal y como si yo mismo fuera una estatua dormida.
Las estrellas son solo anhelos muertos que me distraen en las noches. Las nubes son confusiones e incertidumbres que no me ocupan. La lluvia es un llanto que lastima mis mejillas. Y es la noche estéril la eterna, inequívoca e ineludible compañía que no me deja ir, que no retrocede nunca sino que avanza, conquistando nuevos mundos con los que no llego ni a soñar.
¡Qué ha sido del sol! ¡Qué de aquella perfecta e ígnea esfera que con sus inefables rayos transformaba todo y daba vida! ¡Que de la luz que hacía de mis percepciones un sentir y de mis sentimientos un saber! ¡Qué ha sido que aquella claridad que dejaba que me viera y contemplara todo a mi alrededor! ¿Será acaso que tal sol no existió nunca y aún así supo darme calor? ¿será obra de un sueño o rumor que me he apropiado del traicionero mar que oigo?
¿Quién se arrodillaría frente a una virgen quebrada en su silencio? ¿Quién lloraría postrado frente a un yeso? Las marcas que quedan después de que uno se ha quebrado no se borran con el tiempo, no se cubren con pigmentos, no se van ni con muerte.
Durmiendo en la calle, tuve anoche un sueño que me heló la sangre. Vi que me había partido en tres partes. Vi que no sería el mismo. Vi que todo lo que creí ser no era y que lo que soy es puro yeso. Ojala pudiera sentir mis pies y sentir que con ellos toco el suelo. Ojala ese sueño no me hubiera despertado.

Monday, October 10, 2011

Cenicienta/s


Als es nun Abend war, wollte Aschenputtel fort, und der Königssohn wollte es begleiten, aber es entsprang ihm so geschwind, daß er nicht folgen konnte. Der Königssohn hatte aber eine List gebraucht, und hatte die ganze Treppe mit Pech bestreichen lassen: da war, als es hinabsprang, derlinke Pantoffel des Mädchens hängen geblieben. Der Königssohn hob ihn auf, under war klein und zierlich und ganz golden. Am nächsten Morgen ging er damit zu dem Mann und sagte zu ihm keineandere soll meine Gemahlin werden als die, an deren Fuß dieser goldene Schuhpaßt"  
Brüder Grimm - Aschenputtel

Digamos que en la versión alemana de los Hermanos Grimm noes la magia ni el accidente lo que despojan a la cenicienta de su zapato deoro, sino la astucia de un hombre ambicioso que no está dispuesto a dejar queel objeto de su deseo se desvanezca por tercera noche consecutiva en laoscuridad del campo. Dicho de otra manera, un hombre inteligente y acostumbradoa obtener por la fuerza lo que considera que debe ser suyo le tiende una trampaa esa enigmática dama y, si bien no logra retenerla en el palacio, consigue unaprenda que servirá para emprender la búsqueda. En el transcurso del díasiguiente, los narradores nos muestran mujeres tan ambiciosas como el príncipemismo que son capaces de mutilar los dedos de sus pies y sus talones para quepor medio de tales ardides puedan acceder al trono. Sin embargo, y ahora sí pormérito del azar, es Cenicienta la primera mujer del reino a quien el delicadozapato le calza perfectamente. Eso basta para que se produzca el reconocimientoy para que el príncipe “sepa” sin más que esa y ninguna otra mujer que posea elmismo tamaño de pie es su mujer.

La versión francesa – la más conocida por todos – es, aún ensu registro de fantasía y magia, mucho más verosímil que la alemana y bastantemás semejante a la china que remontándose en su datación al año 850 a.C. es –vale recordarlo – la más antigua de la que tenemos noticia. A propósito de ello,no deja de ser interesante de que más allá de discordancias tales como que hayasido los huesos de un pez encantado, la bondad de un hada madrina o unpajarillo amigo de la difunta madre lo que le facilita al personaje sumetamorfosis, la historia de Cenicienta es una y a la vez muchas. Cada una delas versiones que conocemos comprende al resto, puesto que cada acción relatada—al igual que la vida — es una elección entre tantas otras posibles. No hayverdadera contradicción entre las versiones: una niña huérfana de uno de suspadres vive en condiciones serviles hasta que por la intervención de algunafuerza sobrenatural se le facilitan los medios para poder concurrir al bailereal disfrazada de noble. En el baile el príncipe se enamora de su figura casipor encanto; ella, quizá por considerar que si el príncipe supiera quién es enrealidad ya no la querría, huye dejando detrás una pieza de su calzado. Elpríncipe recoge la sandalia y emprende la ridícula empresa de asumir que elmejor método para identificar a su amante entre las mujeres del reino no resideen lo que ven sus ojos, sino en la evidencia de que aquella prenda se correspondacon una única mujer. Así, cenicienta es hallada por su príncipe, rescatada dela vida servil y convertida en parte de la familia real.

Snježana Vidović (2006) - Cinderella - oil on canvas

Aparentemente quedan muchas cenicientas por ser escritas.Habrá que buscar nuevas magias que nos permitan el cambio de ropa, reconocercuáles son las madrastras malvadas a las que hemos de burlar, que ocasión seconstituye en un baile real y quién a quién de todos los príncipes de todos losreinos nos conviene dejarle que nos robe uno de nuestros zapatos.
Me pregunto qué hubiera sido de aquella muchachita si en vezde perder un zapato – de oro o de cristal, ¿qué más da? – hubiera perdido elmoño que adornaba su sandalia. ¿Sería el príncipe capaz de hallarla?  Esperemos que la respuesta a mi pregunta sea “sí”,porque cenicienta quiere ser encontrada y porque el príncipe no dejará debuscarla ridículamente con ese moño en la mano.


Friday, October 7, 2011

Äpfel

Die Geschichte über das Gift Apfel und der Schlange Gift



Und die Schlange war listiger denn alle Tiere auf dem Felde, die Gott derHERR gemacht hatte, und sprach zu dem Weibe: Ja, sollte Gott gesagt haben: Ihrsollt nicht essen von den Früchten der Bäume im Garten?
1 Mose 3:1


Aprovechando esta tarde lluviosame he dispuesto a revisar en mi memoria una serie de eventos que habían quedadosepultados por el paso del tiempo en lo profundo de mi mente. He querido sacarlosa flote porque los recuerdos de la primera juventud son siempre la narración deun aprendizaje acerca del mundo y suelen servir, la más de las veces, comoclave para ordenar y revisar el presente de la vida de uno. Decido desnudarfrente a mis lectores los secretos más guardados de mi esencia, desnudarme enesta letra a los ojos de mis amigos y de mis detractores, con fe de que nadiehabrá de burlarse de mi historia. Después de todo, ¿quién no ha cometido actosde los que se avergüenza? ¿Quién no ha errado el camino alguna vez? ¿Quiénpuede decir que jamás ha cedido a ciertas tentaciones?
Mi padre siempre fue un hombresolitario, avocado a múltiples oficios. Disfrutaba mucho del trabajo con lasmanos y, si bien su preferencia había estado puesta siempre en la orfebrería,últimamente había descubierto el maravilloso arte de la jardinería,entretenimiento que ocupaba mañanas y tardes por igual.  Yo jamás he podido ser tan habilidoso comoél. Sé en lo profundo que a él le hubiera gustado que al menos fuera carpintero,como mi hermano. Pero bien, en aquellos tiempos de mi juventud aún podía darmeel lujo de no explotar mis talentos y tener, aún así, una vida digna y llena deconfort.
Caminando una tarde por el jardínmás hermoso que hubiera moldeado mi padre, como en aquellas tantas otras tardesen que me hacía el tiempo para alejarme del ajetreo de la vorágine salvaje querige nuestra vida cotidiana, descubrí entre mi fresno favorito y el álamo másanciano, en el preciso lugar en donde solía haber un majestuoso árbol hastacuyo nombre se me acababa de perder, un sendero en el que nunca había reparado.Era uno de esos caminos estrechos que se marcan en la tierra de manera tímidapor el paso frecuente de algún animal silvestre que oficia de ingeniero civil ydiseña nuevas vías de circulación.  Setrataba, a la vez, de una visión tan apacible como si se verdaderamente setratara del descubrimiento de lo obvio, de aquello que siempre había estado yque siempre estaría allí ¿dónde más sino?
Ese vértigo de eternidad que serpenteabaentre aquellos árboles casi logra que el corazón se me salga de la emoción;después de todo, había pasado toda mi vida recorriendo ese jardín y nunca nadahabía cambiado. Mi Padre fue siempre una persona creativa y dinámica, pero poralgún motivo una vez que obraba su arte sus manos no volvían a introducirmodificaciones en lo creado. Muchas veces supe interrogarlo sobre esto en mijuventud (y es que se trataba de quizá  de uno de esos asuntos que sólo se comprendencabalmente cuando la experiencia ha hecho que uno deviniera en la madurez de lavida). Él, con esa infinita paciencia que lo caracterizaba, solía sentarse a milado y repetir con esa voz musical que suspendía la angustia y el miedo quesiempre me ha generado el no lograr comprender algo, a la vez que se disponía adisipar mis dudas diciendo: “Todo lo que me has visto hacer, hecho esta. Misobras son acabadas. Mis obras poseen vida” Él no se animaría jamás a cometer eltan abominable acto que trastoca la esencia misma del arte: las correcciones. Paraél, todo cuanto debía ser pulido ya había estado presente en la gestación, demodo que ahora ya no le correspondía disponer de aquello que siendo muy partede su interior había ganado independencia respecto de sí en el exterior. Sólo podríamantener lo que hecho para evitar que se viniera abajo por la corrosión deltiempo. A todo esto solía agregar en un tono mezcla de orgullo y melancolía: “Sólopuedo cuidar y respetar las mutaciones que el paisaje mismo decida” Pero, claroestá, yo no entendía muy bien a qué se refería con eso de “las mutaciones queel mismo paisaje decida” porque si acaso había algo que sabía con certeza eraque los paisajes no tenían poder de decisión y que, por lo demás, no solíancambiar. Claro me queda hoy, ahora que vuelvo a pensar en esto, que quizá miPadre estaba utilizando una metáfora para que entendiera algo inexplicable,ahorrándome la angustia de tener presente cuán irónico es el hecho de que unhombre quiera y pretenda abarcar en su mente lo inabarcable. 
Decía, entonces, que mi Padre jamásvolvía a tocar lo que su aguda vista había dado por bueno. Eso hacía que mispaseos por aquel jardín de ensueños tuviera mucho de rutinario. Por esa mismarazón, no pude resistir el impulso frenético con que mis piernas me llevaban arecorrer esa nueva beta del mundo que se abría ante mí.
Caminé horas y horas excitado poraquel camino que cada vez se hacía menos recto y más zigzagueante. Entre más meadentraba en el corazón de lo desconocido, más me maravillaba ver la cantidadde maravillosas especies de árboles, flores y animales que habitaban aquelespacio de fantasía. Tan increíble era todo el panorama que en más de unaocasión me vi tentado a creer que había sido presa de esa somnolencia estivalque se apodera de súbito del cuerpo de uno, montando en el caballo de laimaginación a esa mente dormida que sale a pasear. No era la primera vez que mepasaba eso; digo, confundir realidad con fantasía. Al decir verdad, era algoque me sucedía con frecuencia en aquel solitario jardín.
Llegó el momento en el que Febocomenzaba lentamente a emprender su retirada. Estaba seguro de que el cuidadorque mi Padre había apostado a la entrada de aquel patio estaría yadisponiéndose a cerrar los portones que protegían esa propiedad de curiososnocturnos. Debía abandonar mi aventura hallar la salida de aquel nuevo Edén.
En mi familia, como en cualquierotra, había temas de los que no se hablaban; mis primos eran uno de ellos.Ellos, al igual que yo, solían pasar mucho tiempo en el Edén. No recordaba muybien por qué, pero una mañana vi a mi padre caminando muy afligido. Alpreguntarle por mis primos se limitó a dejar que una lágrima, larga como el Nilo,recorriera su rostro “He tenido que pedirles que no volvieran nunca. Me handesobedecido y casi les cuesta la vida. Ellos creen que lo mío es castigo…ojalá logren entender… ojalá algún día lo hagan”. Temía siempre disgustar a mipadre y que me prohibiera – como por algún motivo había hecho con mis primos –visitar ese jardín. Por eso, me urgía volver a tiempo, para evitar que supreocupación se tornara en enojo.
Justamente, me encontraba a puntode volver sobre mis pasos cuando vi en el horizonte una pequeña colina y, sobreella, el árbol más hermoso que jamás hubiera visto. Todo mi cuerpo temblaba deplacer frente a la idea de abrazar aquel tronco. De hecho, corrí rabioso comouna bestia del bosque hasta enlazarme con aquella hermosa especie cuya cortezaacariciaba enérgicamente mi rostro provocando que mi ya entrecortadarespiración se agitara aún más.
Sucedió lo más extraño: se meocurrió que ya no importaba tanto si el centinela cerraba las puertas y medejaba dentro del jardín aquella noche. Comencé a pensar que ese jardín podríaser mi hogar, a pensar en mis delirios que podría vivir eternamente, sin miedoa la muerte, sin miedo a la enfermedad, libre como el viento. Convencido en milocura de todo esto, me arranqué mis prendas y abracé con mayor locura aúnárbol.
Con la facilidad digna de unfelino me trepé a la copa de aquel árbol escondido y me enredé entre sufollaje. Esas hojas eran como un océano de manos frotándome. Ese viento eracomo una voz susurrándome los deleites más prohibidos. Esas ramas eran comobrazos sosteniéndome en las alturas. Las florecillas colgantes me embriagabancon su néctar y el tímido fruto penetraba el umbral de mis labios una y otravez en un beso estelar.
Tan envuelto estaba yo en mideleite que no supe ver que en aquella orgía de mis sentidos se había perdidomi razón. Muchas veces me había advertido mi padre que evitara salirme de loscaminos de piedra con los que él mismo había trazado el mapa del jardín. Susargumentos, nunca me habían resultado claros. De hecho, pensándome incapaz detoda desobediencia,  nunca me habíatomado el trabajo de atender a sus insistentes y aparentemente innecesariasindicaciones.
Salido completamente de mí,reducido a una animalidad inusitada, tan descomunal era mi desenfreno que hastalas bestias más indecentes hubieran sido capaces de ruborizarse frente a aquelespectáculo de excesos. Recuerdo con pudor cómo las miles de estrellasdecidieron aquella noche mirar hacia otro lado.
Cuando creía que ya no había másencantos escondidos en aquel lujurioso rincón del jardín, pude ver como deentre el follaje emergía la criatura más bella jamás conocida. Sus ojos erandos zafiros altivos, su piel fresca y lisa como la seda, su cuello largo ydistinguido; su sonrisa, mi perdición. No era capaz de entender cómo habíallegado allí. El jardín estaba vedado para todos los que no fueran hijos de mipadre y no se solía ver extranjeros viajando de noche.
Intenté explicarle que no podíaestar allí… intenté preguntarle si estaba perdida, explicarle que si necesitabaayuda yo estaría encantado de tenderle mi mano… quería preguntarle su nombre,decirle cómo me llamaba yo, saber más de ella. Muy a pesar de que estos motivosgeneraban en mi mente numerosas frases de elocuencia, ninguna de ellas lograbaarticularse en mi balbuceante boca. Su imagen toda me había capturado.
Fue amor a primera vista. Lo supeallí mismo (eso pensé). Se abalanzó sobre mí del mismo modo en el que yo mehabía arrojado sobre aquel árbol de placeres y misterios. Su cuerpo seentrelazó con mi desnudez. Ya no sólo no podía hablar, sino que además nosentía que pudiera respirar.
Estaba a punto de besarme con esasilenciosa y delgada desconocida cuando la luz de las linternas y el ruido de ramitasquebrándose en el suelo me devolvieron el discernimiento.
Ese fue el momento más vergonzosode mi vida: ver a mi padre acompañado de todos los empleados del jardín abrirsepaso entre los árboles para hallarme allí, a punto de pasar al acto con alguienque acababa de conocer. También fue, a la vez, el momento más terrible y mássiniestro de mi existencia: bastó con que girara mi cabeza para descubrir queesa figura de encantos no era sino una bestia descomunal que se disponía a arrebatarmela vida.
Tan diestro era mi padre entantas artes que logró al instante atravesar con una flecha a la bestia quemuerta de un solo golpe se desvaneció en la oscuridad.
Esa noche descubrí que aquellabestia era lo que mis primos llamaban “נחש”.Una bestia nefasta que se había escabullido en el jardín de mi padre en elmomento preciso de su creación y que vivía acechando a los hombres descuidados.
Mi inocencia se perdió parasiempre: aquella fruta irresistible había sido mi tentación y por ella casimuero. Mi padre, afligido al ver que la historia se repetía, hizo oídos sordosa toda la familia que insistía en que ahora que la bestia había muerto nohabría qué temer.
Mi padre, quizá por elenternecimiento que la ancianidad había surtido en él que se conjugaba con eltemor a lastimarnos, decidió ese mismo día abandonar el Edén. Dimos un últimopaseo juntos y, una vez se hubo asegurado de que todos sus ángeles seencontraban ya fuera, cerró con aquella enorme llave de oro las puertas que se constituíanen la única vía de acceso a aquel paraíso amurallado. Mi padre guardó porsiglos esa llave bajo su almohada hasta que una noche en la que él mismo estuvoa punto de ceder a la tentación decidió deshacerse de ella para evitar que seconcretara su deseo de reabrir aquella morada ancestral que formaba parte del oscuropasado familiar. Decidió arrojar en el abismo más profundo y más oscuro lallave, lejos de sus ojos y de todo ser viviente o potestad. Y, que yo sepa, enesa hendija escondida en los pliegues del universo permanece aún.
Ahora, en la madurez de mi vida,vuelvo a pasar por las puertas oxidadas de las ruinas del Edén y veo entre losbarrotes todo lo perdido. Luego recuerdo: no sólo han quedado allí dentromaravillas imposibles de describir, sino también los horrores más indeciblesque, gracias a Dios, los hombres jamás habrán de conocer.
A veces debemos renunciar alsuelo de nuestros paraísos para ganarnos nuestro cielo y, aunque siempre nosveamos tentados a volver a aquel lugar que nos lastima pero que, a la vez, nosexcita y nos hace sentir cómodos, debemos recordar que hemos de sernos fieles anosotros mismos. Es hora de salir en busca de nuevos caminos y de nuevosjardines, de nuevos Adanes y de nuevas Evas. Es tiempo de dejar de culpar a laserpiente y de cuidarse de la fruta que produce embriaguez.-