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Bienvenido a la versión simplificada del proyecto Tono-G, un espacio de producción y experimentación con el lenguaje que no ambiciona hacer literatura sino algo mucho más elemental: generar texto. Se trata de un afiche lleno de ideas, palabras e imágenes que te invita a pensar y a ver más allá de la inmanencia de las cosas. Este es mi espacio de collage en el que me propongo hallar el tono de las cosas, mi tono de las cosas. Los invito a acompañarme en esta búsqueda. ¡Comencemos nuestro recorrido!

Wednesday, August 24, 2011

Fantasma de piedra

"El fantasma se volvió estatua de piedra en el frío de un agosto memorable". 

Qué curioso que tantas cosas apenas perceptibles en nuestra vida cotidiana se transmuten en monumento por efecto residual de un acontecimiento que no logra siquiera rasgar la trama en la que se borda el destino de los hombres, estas pulgas con las que juegan sin piedad los ya jubilados dioses de la religión. Las constelaciones no eran nada antes de que el ojo de nuestros ancestros las descubrieran, apenas mudos puntos que se perdían en el negro vacío al que han sido clavados. Sin embargo, desde que alguien extendió su dedo y se las señaló al mundo, no dejamos de interrogarlas para ver si desean confesar aquello que seguramente ven desde esa altura y que a nosotros, inmundos y diminutos seres faltos de perspectiva, se nos escapa. 


Hemos construido torres para estar más lejos del suelo y más cerca del firmamento, adustos monumentos para sentirnos menos pequeños frente a las colosales obras de una naturaleza indiferente; hemos rasgado el cielo con nuestras ciudades y olvidado los ríos con nuestros puentes. Incluso hemos construido aves de hierro puestas a nuestro servicio para poder volar más alto que las propias nubes. Hemos hecho de nuestros fantasmas, de nuestras indefiniciones, de nuestros miedos, de aquello que antes ni siquiera era visible, santuarios para adorar la crueldad del destino. 


Desilusión, todo es desilusión. El hombre no es más que una medusa a la que todavía no le han arrebatado del todo su abominable cabeza. No vivimos sin saber que vamos a morir, no volamos sin saber que no somos aves, no trepamos las escaleras de nuestras torres sin saber que el cielo permanece tan distante como siempre, no cruzamos un puente sin conciencia de que podríamos caer de él y ser arrastrados por la corriente, no nos enamoramos sin descubrir – tarde o temprano – que era todo una gran mentira, un fantasma hecho monumento, un placebo para olvidar, una excusa para no mirar, un momento para trascender en la imaginación y no morir en el olvido de los límites. Pero los monumentos se corroen y caen, a la larga siempre mueren. Sus ruinas son, al fin, nuevos fantasmas de la concreción que fue de lo que nunca pudo ser.





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