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Bienvenido a la versión simplificada del proyecto Tono-G, un espacio de producción y experimentación con el lenguaje que no ambiciona hacer literatura sino algo mucho más elemental: generar texto. Se trata de un afiche lleno de ideas, palabras e imágenes que te invita a pensar y a ver más allá de la inmanencia de las cosas. Este es mi espacio de collage en el que me propongo hallar el tono de las cosas, mi tono de las cosas. Los invito a acompañarme en esta búsqueda. ¡Comencemos nuestro recorrido!

Friday, September 9, 2011

Cenizas en el viento (15/08/2010)


Algunas veces nos sentimos obligados por otras personas o por determinadas circunstancias a aquello que en el fondo queremos con el mayor de los fervores, cosas que queremos con la misma intensidad con la que las escondemos al mundo y a nosotros mismos. Los secretos mejor guardados – quizá de hecho los únicos dignos de ser llamados “secretos” – no son los que guardan dos personas, ni los que se guarda uno para sí, sino aquellos que uno esconde a la vista de todos hasta olvidar que estaba ahí. Es como una foto entre las hojas de un libro que nunca leíste y que sabés que nunca va a leer, y que queda ahí guardada inclusive luego de empacar y desempacar todo en cada mudanza. Es como un secreto que solo conoce una tenue luz cuando va muriendo el invierno y la primavera manda limpiar a fondo y limpiarse uno. Limpiaba los estantes de las historias nunca contadas, y esta foto velada cayó e hizo que me horrorizara. Empalidecí, temblé, mi voz me abandonó… sólo pude volver a guardar mi secreto en esa misma hoja, de ese mismo libro, en ese mismo estante que nadie alcanzará y seguir limpiando con una profunda pero también secreta angustia que acabó por hacerme olvidar el motivo mismo de mi espanto. Quiera Dios – pensaba – que pasen diez años, cincuenta, mi vida entera… y no vuelva a encontrarlo, para que muera conmigo, en la vergüenza, en lo secreto, en el olvido más profundo y que no haya voz, ni letra, ni imagen, ni memoria que pueda ser testigo, más que lo que ahora escribo, de ese tesoro mío que me consume, que quema mis manos, que cierra mis ojos y me hace ver el infinito, que humedece mi nuca y derrite mis miembros. Que nadie sepa… que nadie se entere… y que cuando muera arda y se eleve entrelazado con mi alma, las cenizas de lo innombrable. Serán notas musicales, sinfonía de los tiempos, canto del viento, danza del ocaso, será canción a lo lejos.


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