Advertencia:
El presente escrito no tiene intención alguna de servir al proyecto estético-literario del presente blog. No es sino lo que el título sencillamente anuncia: un balance de mi vida personal acotado al último año. Queda el lector debidamente informado de ello, no dejando lugar a desánimos, críticas inoportunas o reclamos de correción.
Ser siervo del calendario que debería servirnos a nosotros es tan solo una de las muchas contradicciones en las que uno está direccionado si es que quiere integrarse de un modo eficiente a la sociedad. Ahora, el mejor modo de combatir la enajenación alienante que produce este mecanismo sobre la conciencia – los sabemos porque muchos lo han dicho ya – es reflexionar críticamente para poder desnaturalizar lo que la cultura nos impone como atemporal, eterno, lógico e irrefutable.
El calendario: instrumento de creación humana que sirve para la medición del tiempo que se resignifica merced de la refundición de su materialidad física a partir de la forma que le impone la matriz elegida; unidades de diversos tamaños, unas convertibles a otras, unas contenedoras de las otras, que se reiteran indefinidamente en la linealidad con la que hemos moldeado en Occidente los acontecimientos de la vida.
Para bien o para mal, estamos atrapados por el reloj que manda la rutina y por el calendario que marca el comienzo y el fin de cada una de nuestras actividades cada año, y no es mucho lo que podemos hacer al respecto. No podemos pagar las cuentas otro día que no sea el del vencimiento que figura en las mismas, ni sería viable entrar en discusiones del tipo “me parece que hace poco pagué esto, Ud. debe estar en un error… no me importa lo que diga su almanaque, seguramente falta todavía para que deba volver a pagarle”. ¿Cuál es el conflicto allí? ¿Es acaso el desajuste producido por el uso de dos calendarios distintos? Claramente no. Lo que aquí se evidencia es que hay otra dimensión de lo que convenimos en llamar “tiempo” que escapa a la convertibilidad de las unidades rígidas que componen el sistema de medición convencional: se trata del tiempo subjetivo, del tiempo de la conciencia, el único que quizá sea verdadero para nosotros, el único que tiene algo que ver con el lenguaje.
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Mi año, tal como yo lo he vivido, no empezó sino hasta mayo de 2011 y acaba de finalizar el 20 de febrero del corriente. Feliz coincidencia que justamente esas fechas coincidan con el arribo de mi nueva compañera de departamento y con su partida a Europa, respectivamente. Pero, como digo, es tan sólo una feliz coincidencia que servirá para hacer más memorable esos dos sucesos.
¿Por qué 2011 no comenzó el 1º de enero? Sencillamente porque en esa fecha estaba yo aún muy ocupado con asuntos de diversa índole que, habiéndose precipitado en Diciembre, requerían apremiantemente mi atención. De esas preocupaciones en las que el estudio no ocupó un lugar menor, la que quizá me generó el mayor estrés fue la disolución de mi acuerdo verbal de convivencia con S., cuyo acto final – tras un verdadero drama – involucró un episodio que me dejó sin puerta en el departamento y requirió intervención del cuerpo policial. Hasta la fecha sigo teniendo pesadillas ocasionadas por aquella ominosa y calurosa noche de verano.
Al calor sofocante y a esas relaciones interpersonales no menos candentes, se le sumó en el seno de esa misma semana trágica la parotidectomía que debieron practicarme para solucionar daños colaterales producidos en parte por problemas médicos que comenzaron a gestarse (sospecho yo) en el año 2009. Parte médico: parotidectomía, quistes tiroideos y cálculos renales. Múltiples estudios y tratamientos superpuestos hicieron que pasara una buena cuota del día en el sanatorio durante meses.
Concluida la operación y rodeado de mis seres más queridos, me vi obligado a permitir que mi familia cuidara de mí los siguientes 30 días. si bien fue una experiencia harto intensa y no poco estresante, fue el principio de mi reconciliación con la idea que mi familia ocupa en el mapa de mi vida.
Así es que, el año no comenzó sino hasta que en Mayo comencé a trabajar arduamente en mi ayudantía, a rendir los primeros parciales y a disfrutar de una nueva y armoniosa convivencia que vendría a ser el reverso de mi situación el año anterior.
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¿Qué pasó entre medio? Muchas cosas. Creo que vale decir que 2011 fue un año para redefinir el curso de mi vida en muchos sentidos. Superficialmente, el cambio no se ve. Pero por dentro, al fin me miro al espejo y me reconozco.
Fue un año de mucho glamour, de arduo trabajo intelectual, de gratas experiencias académicas, de interesantes ensayos en el ars amandi y – más específicamente – en el ars sexuali, tan postergado en mi vida. Un año de mucha paz, de depuración. Un año para "desdramatizar, simplificar y resignificar” – si es que acaso puedo seguir plagiando a mis autores favoritos.
Epílogo: ¿Cuáles son mis deseos para este año que inauguro? Si bien el prospecto no es favorable – como tampoco lo era el del año pasado – espero estar a la altura de las circunstancias, proteger mi cuerpo y mi mente de todo lo que lo pueda corroer en el camino, y seguir creciendo con mi familia y mis amigos intelectual y espiritualmente. Eso es todo lo que puedo pedir y todo por lo que voy a trabajar incesantemente este año. Que no me gane el spleen, ni la comodidad, ni el desgano, ni los problemas de autoestima, ni la falta de dinero, ni los malos deseos, ni la palabra cruel que mis detractores me propinan. Que 2012 se tiempo nuevo. Tiempo para hacer cosas. Y es que, como dice el Eclesiastés - y ahora sí, con esto termino – hay un tiempo para todo:
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancarlo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.
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A modo de apéndice, vuelvo a publicar mi "Confesión". A modo de única nota introductoria, reproduzco el pie que incluí en la descripción que acompaña al video en YouTube.
Mezcla de algo que estaba escribiendo para mi blog y de una justa relativización que debo hacer pública respecto de algo en lo que no hemos estado de acuerdo con C.R. el día de hoy, esta es mi confesión sobre lo que creo que es ser lindo, sobre lo que creo que es mi vida y sobre por qué la sigo viviendo. Ver esto - además de voyeurismo - es conocerme más.
Disculpas por estás tan poco suelto. Son temas de los que no suelo hablar sino por medio de la ficción. Esto no es ficción. Este soy yo.
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