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Cuando uno descubre la verdad – que el tiempo y el espacio son ficciones humanas, ni más ni menos que las religiones, los ideales políticos, las grandes causas de la humanidad, o el más insignificante y burdo hábito cotidiano – uno repara en que no existe el orden sino el caos, que no existen las noches y los días sino una eterna oscuridad interrumpida por los destellos de nuestra imaginación.
Entonces, todo se vuelve confusión. Me pongo de pie y contemplo de cara la realidad tal cual es sin sufrir ya los engaños del espejo y veo con terror que entre lo que no es y lo que es no hay nada, que entre la vida y la muerte no hay sino la ficción que pasivamente aceptamos generación tras generación. Nuestro mundo es pura mentira. Nuestra conciencia, una excusa para evitar la angustia.
La locura y la monomanía invaden la mente de los que logran ver fugazmente el mundo tal cual es. Eso es lo que cegó a Saulo, lo que convirtió en estatua de sal a la mujer de Lot, la religión que predicaba la más fiera de las gorgonas, el abismo que hallo en su alma Pirrón al dudar, el reverso de la trama que tejió Descartes, esa hostia que disponemos en nuestro altar.
En el cristianismo, sólo el sacramento de la comunión es real: ¿pan y vino? ¿carne y sangre? ¿cómo puede ser ambas cosas y ser en esa síntesis algo más? ¿cómo es que eso que es todo no sea a la vez nada? ¿cómo es que un pan es carne pero no se ve ni sabe a ella? La esencia de los que creen en el misterio de la transustansación, como así también la de los que creyeron que podían someter el mundo por medio de la alquimia, consiste en saber que todo lo que una cosa es (y también lo que no es) coexiste en un mismo plano. No hay verdad y mentira, no hay luz y oscuridad, sólo silencio y angustia en un universo autogenerado y confundido en su orfandad. El mundo es un palimpsesto, un fraude, un sueño, una ilusión.
¡Es cierto!: Creo en el amor, creo en la verdad, creo en la justicia; pero también creo en el odio, en la mentira, en la vanidad. Pero lo que creo por sobre todo es que éstas y aquéllas no son sino lo mismo, una misma realidad, una misma mentira, una misma oscuridad.
Si alguien llora en su confusión por la materia que ha sido profanada, lo hará a sus expensas. Naci solo y sólo para ver; he visto sólo para morir en soledad. Porque la soledad es la única compañía para quienes tienen la condena de saber que nadie cuando abraza lo hace de verdad.
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William Adolphe Bouguereu (1862) -Les Remords d’Oreste
oil on canvas (227 x 278 cm)
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Es bellísimo. Aunque en algunas partes como:
ReplyDelete"Si alguien llora en su confusión por la materia que ha sido profanada, lo hará a sus expensas. Naci solo y sólo para ver; he visto sólo para morir en soledad. Porque la soledad es la única compañía para quienes tienen la condena de saber que nadie cuando abraza lo hace de verdad."
No se si quiero pegarte primero y abrazarte fuerte después o viceversa.
está en etapa experimental y tiene un carácter más bien expurgatorio que tuvo por función evitarme un suicidio o algo parecido. De todos modos, dudo que ese párrafo desaparezca en el futuro. Probablemente cambie de lugar o se amalgame con otros contenidos. @Cecilia Rossi
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