3

Bienvenido a la versión simplificada del proyecto Tono-G, un espacio de producción y experimentación con el lenguaje que no ambiciona hacer literatura sino algo mucho más elemental: generar texto. Se trata de un afiche lleno de ideas, palabras e imágenes que te invita a pensar y a ver más allá de la inmanencia de las cosas. Este es mi espacio de collage en el que me propongo hallar el tono de las cosas, mi tono de las cosas. Los invito a acompañarme en esta búsqueda. ¡Comencemos nuestro recorrido!

Sunday, March 25, 2012

Sunday, March 11, 2012

Y si tuviera que decir adiós… (in memoriam)


Gwynne Brunet - Sad Graveyard Angel  (8"x10" Acrylic on canvas)




"Y llegué a detestar la vida, 
porque me da fastidio todo lo que se hace bajo el sol. Sí, todo es vanidad y correr tras el viento" 

(Ecl. 2, 17)







Empiezo con una conjunción copulativa porque todo enunciado es eslabón de una cadena: responde tanto a palabras ya dichas como a las palabras por decir, e incluso a veces responde a cosas que jamás serán dichas porque el trueno quebrará la voz de su portador. Sigo con un condicional, con una conjunción adverbial condicional – me recrimina la gramática – para abrir una subordinada. Eso me recuerda que siempre estamos subordinados; siempre estamos sujetos a las condiciones, amarrados al azar, estacados a la contingencia, aferrados a la incertidumbre universal. Y, ¡oh!, otra subordinada: una completiva que completa lo que los puntos finales dejan en suspenso. Un verbo en infinitivo me reconforta alejando mis miedos y poniéndolos por fuera del presente que conjugo. Adiós… ¿el objeto directo para la gramática? No estoy seguro de ello, no estoy seguro de mí. Adiós no es objeto ni es directo… es lo indecible para mí, lo más abstracto y remoto que hay en mi léxico. 

Si tuviera que decir adiós a la luz de la mañana porque mis ojos no volverán a ver; si mi boca tuviera que  despedirse de las palabras porque ya no habrá modo de articularlas; si tuviera que saludar mis lugares preferidos – con sus texturas, olores y recuerdos – por saber que ya no seré capaz de volver… volver a tocarlos, a olerlos, a convocarlos en mi memoria; si supiera que ya nunca más sentirán mis labios el sabor de tu mejilla en mis abrazos; en fin, si tan solo tuviera que decir adiós… 

…no sabría. ¿cómo resignarme a las cenizas? ¿cómo contemplar que el estéril mundo que me he creado en la ficción de mi vida se diluye irremisiblemente entre mis castigadas manos? ¿cómo mirar el espejo de tus ojos y ya no verme reflejado? ¿cómo saborear la nada? ¿cómo respirar el vacío? ¿Cómo besar la ausencia? ¿cómo acariciar el sol? Si tuviera que decir adiós – ya lo ves – tendría tantas preguntas que ni vos podrías responder, tantas inquietudes que ni Dios podría restablecer la paz en mí. 

Gwynne Brunet - Weeping Graveyard Angel (8"x10" Acrylic on canvas)
Siempre he sido un hombre concreto, pero la monomanía deriva en locura y la locura en abstracción y la abstracción en la idea que me permite negar el adiós que no me atrevo a pronunciar. Peor que una herejía, más profano que no arrodillarme ante un altar, más duro que un espejo de mármol, más doloroso que una daga enterrada en las entrañas, más inquisidor que la mirada del Creador, más terrorífico que la dieta de Cronos, más aberrante que el amor de Medea por sus hijos, más distante que Cupido al arrojar su flecha, más esquivo que la mirada de la Virgen cuanto le rezo… así es el adiós. 

Adiós… A-diós…. A Dios le pido que me oiga, a él le grito que no te lleve, a el le gimo que no cobre hoy mis pecados en vos, a él le reclamo la misericordia de la que se mofa, a el lo provoco con mis insultos, a él lo amenazo con mi ira, a él le digo adiós si me obliga a despedirme de vos. ¡Si tan solo Dios supiera lo que se siente decir adiós! 

Bebo de la laguna Estigia botellas enteras en las que me ahogo. Pero el recuerdo permanece. No pude despedirme, no supe decirlo. Hoy me lamento y me pregunto, si tan sólo pudiera decirte adiós… ¿lo haría? ¿O volvería a callar? 

¡MOMENTO! ¡Que el alcohol me ha confundido los tiempos! ¡Que el futuro no pasó! ¡Que mañana no fue ayer! ¡Que vivimos en el hoy! ¡Que todavía no te vas, que te puedo decir adiós! Quizá no deba… quizá no sepa…. quizá no quiera. ¿cómo decirte adiós si apenas comienzo a decir hola? No te vayas, no me dejes, no te esfumes… no me obligues a decir ADIÓS. 

Si tan solo no fuera yo el que se va, si tan sólo no fueras vos quien huye… Si tan sólo supiera cómo decirte “te quiero”, “perdón”, “gracias”… o, simplemente, ADIÓS.


Weeping Angel at Friendship Cemetery in Columbus, Mississippi. The Weeping Angel monument for Reverend Thomas Cox Teasdale. Rev. Teasdale was the only individual to obtain a document carrying the signatures of both Abraham Lincoln and Jefferson Davis.

-

"Una generación se va y la otra viene,
y la tierra siempre permanece. El sol sale y se pone,
y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez.Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!"
(Ecl. 1, 4-5.9)

-

Friday, March 2, 2012

Calendrio y reloj / Balance y prospección

Advertencia
El presente escrito no tiene intención alguna de servir al proyecto estético-literario del presente blog. No es sino lo que el título sencillamente anuncia: un balance de mi vida personal acotado al último año. Queda el lector debidamente informado de ello, no dejando lugar a desánimos, críticas inoportunas o reclamos de correción.


Ser siervo del calendario que debería servirnos a nosotros es tan solo una de las muchas contradicciones en las que uno está direccionado si es que quiere integrarse de un modo eficiente a la sociedad. Ahora, el mejor modo de combatir la enajenación alienante que produce este mecanismo sobre la conciencia – los sabemos porque muchos lo han dicho ya – es reflexionar críticamente para poder desnaturalizar lo que la cultura nos impone como atemporal, eterno, lógico e irrefutable. 

El calendario: instrumento de creación humana que sirve para la medición del tiempo que se resignifica merced de la refundición de su materialidad física a partir de la forma que le impone la matriz elegida; unidades de diversos tamaños, unas convertibles a otras, unas contenedoras de las otras, que se reiteran indefinidamente en la linealidad con la que hemos moldeado en Occidente los acontecimientos de la vida. 

Para bien o para mal, estamos atrapados por el reloj que manda la rutina y por el calendario que marca el comienzo y el fin de cada una de nuestras actividades cada año, y no es mucho lo que podemos hacer al respecto. No podemos pagar las cuentas otro día que no sea el del vencimiento que figura en las mismas, ni sería viable entrar en discusiones del tipo “me parece que hace poco pagué esto, Ud. debe estar en un error… no me importa lo que diga su almanaque, seguramente falta todavía para que deba volver a pagarle”. ¿Cuál es el conflicto allí? ¿Es acaso el desajuste producido por el uso de dos calendarios distintos? Claramente no. Lo que aquí se evidencia es que hay otra dimensión de lo que convenimos en llamar “tiempo” que escapa a la convertibilidad de las unidades rígidas que componen el sistema de medición convencional: se trata del tiempo subjetivo, del tiempo de la conciencia, el único que quizá sea verdadero para nosotros, el único que tiene algo que ver con el lenguaje. 

Hago eco en estos prolegómenos de las palabras de un lingüista al que aún no me he animado a citar aquí: Émile Benveniste. No deseo abrumar aún más a mi querido lector con notas al pie o breves referencias acerca de la vida y obra de este sujeto por demás conocido por todos ya que tal información bien puede hallarse en la enciclopedia. Mi interés aquí es bien otro. Es mi deseo traer a cuento esta breve distinción de las dimensiones del tiempo – y en menor grado la crítica reproductivista– sencillamente porque lo que estoy a punto de ofrecer en las próximas líneas es un balance de mi vida en el año 2011 y me adelanto a quienes puedan burlarse de la fecha en que lo hago. Sí, es el día 10 de marzo de 2012 según el calendario gregoriano. El año 2011 ha concluido oficialmente hace 70 días ya. ¿Quiero acaso eso decir algo para mí? Sólo que ya he dejado atrás el budín y el pan dulce y que mi estómago se prepara ya para recibir huevos de pascua. 

Mi año, tal como yo lo he vivido, no empezó sino hasta mayo de 2011 y acaba de finalizar el 20 de febrero del corriente. Feliz coincidencia que justamente esas fechas coincidan con el arribo de mi nueva compañera de departamento y con su partida a Europa, respectivamente. Pero, como digo, es tan sólo una feliz coincidencia que servirá para hacer más memorable esos dos sucesos. 

¿Por qué 2011 no comenzó el 1º de enero? Sencillamente porque en esa fecha estaba yo aún muy ocupado con asuntos de diversa índole que, habiéndose precipitado en Diciembre, requerían apremiantemente mi atención. De esas preocupaciones en las que el estudio no ocupó un lugar menor, la que quizá me generó el mayor estrés fue la disolución de mi acuerdo verbal de convivencia con S., cuyo acto final – tras un verdadero drama – involucró un episodio que me dejó sin puerta en el departamento y requirió intervención del cuerpo policial. Hasta la fecha sigo teniendo pesadillas ocasionadas por aquella ominosa y calurosa noche de verano. 

Al calor sofocante y a esas relaciones interpersonales no menos candentes, se le sumó en el seno de esa misma semana trágica la parotidectomía que debieron practicarme para solucionar daños colaterales producidos en parte por problemas médicos que comenzaron a gestarse (sospecho yo) en el año 2009. Parte médico: parotidectomía, quistes tiroideos y cálculos renales. Múltiples estudios y tratamientos superpuestos hicieron que pasara una buena cuota del día en el sanatorio durante meses. 

Concluida la operación y rodeado de mis seres más queridos, me vi obligado a permitir que mi familia cuidara de mí los siguientes 30 días. si bien fue una experiencia harto intensa y no poco estresante, fue el principio de mi reconciliación con la idea que mi familia ocupa en el mapa de mi vida. 

Así es que, el año no comenzó sino hasta que en Mayo comencé a trabajar arduamente en mi ayudantía, a rendir los primeros parciales y a disfrutar de una nueva y armoniosa convivencia que vendría a ser el reverso de mi situación el año anterior. 

¿Por qué el 2011 no terminó el 31 de Diciembre? Sencillamente porque el 26 de ese mes hube de volver a mi ciudad natal en la que me vi atrapado por 36 días motivo de un cáncer que le detectaran a mi mamá que derivó en una cirugía de alta complejidad y a una serie de reajustes en el esquema familiar. Sin ayuda, no hubiera podido llevar adelante todo lo que gesté en esas semanas allí. ¿El costo? Lo usual: postergar mis emociones, mis pensamientos y mi vida en general en pos de un bien mayor que no es ni más ni menos que lo que mi familia hiciera por mía hacía exactamente un año. – En palabras más directas y escatológicas: 2011 no terminó el 31 de Diciembre porque me pasé esa noche ocupándome del incesable vómito de mi mamá y del asma de mi hermana. 

¿Qué pasó entre medio? Muchas cosas. Creo que vale decir que 2011 fue un año para redefinir el curso de mi vida en muchos sentidos. Superficialmente, el cambio no se ve. Pero por dentro, al fin me miro al espejo y me reconozco. 

Fue un año de mucho glamour, de arduo trabajo intelectual, de gratas experiencias académicas, de interesantes ensayos en el ars amandi y – más específicamente – en el ars sexuali, tan postergado en mi vida. Un año de mucha paz, de depuración. Un año para "desdramatizar, simplificar y resignificar” – si es que acaso puedo seguir plagiando a mis autores favoritos. 

Epílogo: ¿Cuáles son mis deseos para este año que inauguro? Si bien el prospecto no es favorable – como tampoco lo era el del año pasado – espero estar a la altura de las circunstancias, proteger mi cuerpo y mi mente de todo lo que lo pueda corroer en el camino, y seguir creciendo con mi familia y mis amigos intelectual y espiritualmente. Eso es todo lo que puedo pedir y todo por lo que voy a trabajar incesantemente este año. Que no me gane el spleen, ni la comodidad, ni el desgano, ni los problemas de autoestima, ni la falta de dinero, ni los malos deseos, ni la palabra cruel que mis detractores me propinan. Que 2012 se tiempo nuevo. Tiempo para hacer cosas. Y es que, como dice el Eclesiastés - y ahora sí, con esto termino – hay un tiempo para todo: 
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancarlo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.
________________________________________________________________

A modo de apéndice, vuelvo a publicar mi "Confesión". A modo de única nota introductoria, reproduzco el pie que incluí en la descripción que acompaña al video en YouTube.

Mezcla de algo que estaba escribiendo para mi blog y de una justa relativización que debo hacer pública respecto de algo en lo que no hemos estado de acuerdo con C.R. el día de hoy, esta es mi confesión sobre lo que creo que es ser lindo, sobre lo que creo que es mi vida y sobre por qué la sigo viviendo. Ver esto - además de voyeurismo - es conocerme más.

Disculpas por estás tan poco suelto. Son temas de los que no suelo hablar sino por medio de la ficción. Esto no es ficción. Este soy yo.