Sostengo que un hombre puede secarse como una flor en un verano sin lluvia cuando la nostalgia por lo que nunca ha tenido abraza su corazón. No es que extrañe algo perdido, sino que añora lo que no le ha tocado en suerte y lo que no puede o no ha sabido procurarse; esto es, aventajarse a la vida antes de que la muerte en su funesto atavío rompa para siempre el silencio en la orquesta de la noche sin fin en la que se sumen los cuerpos y las almas por igual, sin perdón a ser humano alguno. Un cuerpo sin un beso se seca sin remedio, se seca hasta quebrarse; se quiebra hasta no ser más que leña para una hoguera sin nombre. Cuando dos cuerpos se tocan y no se besan, no se han tocado, sólo han coincidido en el espacio.
Sólo una marca en mi tronco me recuerda que no fue un sueño aquel sueño de realidad. Pero, ¿qué son los sueños cuando uno ha despertado? Los sueños son evanescencia pura en la vigilia, pierden su materialidad y su valor; sólo queda un humo volátil sin que llama alguna lo alimente. El sueño es sueño sólo cuando uno sueña y, si ocurre en la vigilia, pierde ya su poder onírico, carece de magnetismo, lo verosímil muere a lo real. Y nadie quiere ser cómplice de lo real.
Sostengo que acabo de despertar y que muerdo de sed mientras la corriente me aleja de la orilla rumbo a lo desconocido. Sostengo que como hombre me he secado cual flor, abrazado por el calor del verano, atizado por la falta de besos, diluidos mis sueños en una realidad que no quiero hacer mía.
No comments:
Post a Comment