Pasamos los hombres y con nosotros mueren los días. Las palabras no
pasan, quedan sobre nuestras tumbas y al tiempo germinan.
El trueno que estremece las sierras es la palabra póstuma de un rayo
cansado que a la tierra cae y en silencio muere.
Tardío como un trueno resuena en su letargo una última tarde bajo la
cobija de diciembre, latigazo desesperado de un año que se quiebra y muere en
el fuego eterno de la historia sin memoria. Como sangre fresca vertida sobre
una corona de oro, se mezcla en mi retina el dorado del sol con los adornos
navideños caídos en el jardín y el rojo del crepúsculo con el color de las
rosas que se animan a abrirse tímidas pero vigilantes. Quizá quieran decir
adiós, ser testigos del parpadeo que renueva el estrábico ojo del ser humano
que ordena aquí las letras del alfabeto como si ello fuera a ordenar en su
mente las palabras que le resuenan cual ecos en un sueño de hastío. Envidio a
esas flores. ¡Tan bellas y tan coquetas! ¡Tan sabias y tan calladas! ¡Tan
sutiles y tan certeras! ¿Envidio a las flores? ¡Lugar común si los hay!
Adorno la casa entera de los sustantivos que me quedaron aún en la
boca como si ellos fueran todo el patrimonio adquirido y conservado en el año.
Los verbos no me salen y no recuerdo como se conjuga “ser”.
En esta época no hay gerundios. Todo se suspende o se acaba. Los
participios se apoderan del alma a la vez que algunos infinitivos ruborizados
se asoman con sus promesas para ese futuro que ya amenaza con convertirse en el
presente. Amenazadora es la palabra ahora porque cada vez que la pienso se
convierte en una mentira, cada vez que la pronuncio ya deja de ser lo que quise
y se cristaliza en la espesura enmarañada de lo pasado. El trueno no dura, es
el pasado hecho presente. Es el eco del destello que apenas vimos.
Me quedo sin aire cuando intento maquillar mis versiones de realidad
con algún adjetivo fugitivo. Todos son mentirosos, todos son traicioneros. Será
necesario forjar nuevas palabras, nuevos vínculos, componer nuevos sonidos y
romper esquemas para extraer del jugo derramado por el viento nuevos colores.
Invisible como soy hoy, inexacto como lo he sido, incierto como veo
que seré, pongo una coma en mi vida y descanso un poco en este suspiro del año
más oscuro que jamás haya conocido y abrazo al aliento que aunque ilusoriamente
eterno se va gastando en el viento.