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Bienvenido a la versión simplificada del proyecto Tono-G, un espacio de producción y experimentación con el lenguaje que no ambiciona hacer literatura sino algo mucho más elemental: generar texto. Se trata de un afiche lleno de ideas, palabras e imágenes que te invita a pensar y a ver más allá de la inmanencia de las cosas. Este es mi espacio de collage en el que me propongo hallar el tono de las cosas, mi tono de las cosas. Los invito a acompañarme en esta búsqueda. ¡Comencemos nuestro recorrido!

Sunday, December 11, 2011

Oscuridad (Non serviam)


A veces creo que existir se reduce a contemplar la luna girar indiferente noche tras noche sobre nuestras camas. Aquellas luces que parecían tan frescas y tan claras se desvanecen en el abismo de la conciencia humana. 

Cuando uno descubre la verdad – que el tiempo y el espacio son ficciones humanas, ni más ni menos que las religiones, los ideales políticos, las grandes causas de la humanidad, o el más insignificante y burdo hábito cotidiano – uno repara en que no existe el orden sino el caos, que no existen las noches y los días sino una eterna oscuridad interrumpida por los destellos de nuestra imaginación. 

Entonces, todo se vuelve confusión. Me pongo de pie y contemplo de cara la realidad tal cual es sin sufrir ya los engaños del espejo y veo con terror que entre lo que no es y lo que es no hay nada, que entre la vida y la muerte no hay sino la ficción que pasivamente aceptamos generación tras generación. Nuestro mundo es pura mentira. Nuestra conciencia, una excusa para evitar la angustia. 

La locura y la monomanía invaden la mente de los que logran ver fugazmente el mundo tal cual es. Eso es lo que cegó a Saulo, lo que convirtió en estatua de sal a la mujer de Lot, la religión que predicaba la más fiera de las gorgonas, el abismo que hallo en su alma Pirrón al dudar, el reverso de la trama que tejió Descartes, esa hostia que disponemos en nuestro altar. 

En el cristianismo, sólo el sacramento de la comunión es real: ¿pan y vino? ¿carne y sangre? ¿cómo puede ser ambas cosas y ser en esa síntesis algo más? ¿cómo es que eso que es todo no sea a la vez nada? ¿cómo es que un pan es carne pero no se ve ni sabe a ella? La esencia de los que creen en el misterio de la transustansación, como así también la de los que creyeron que podían someter el mundo por medio de la alquimia, consiste en saber que todo lo que una cosa es (y también lo que no es) coexiste en un mismo plano. No hay verdad y mentira, no hay luz y oscuridad, sólo silencio y angustia en un universo autogenerado y confundido en su orfandad. El mundo es un palimpsesto, un fraude, un sueño, una ilusión. 

¡Es cierto!: Creo en el amor, creo en la verdad, creo en la justicia; pero también creo en el odio, en la mentira, en la vanidad. Pero lo que creo por sobre todo es que éstas y aquéllas no son sino lo mismo, una misma realidad, una misma mentira, una misma oscuridad. 

Si alguien llora en su confusión por la materia que ha sido profanada, lo hará a sus expensas. Naci solo y sólo para ver; he visto sólo para morir en soledad. Porque la soledad es la única compañía para quienes tienen la condena de saber que nadie cuando abraza lo hace de verdad. 

William Adolphe Bouguereu (1862) -Les Remords d’Oreste
oil on canvas (227 x 278 cm) 
Apagaré todas las velas que perturban esta habitación y hundiré en el hierro la única verdad que todavía puedo asir: el dolor, la mortalidad, el olvido en el que se sume mi alma al descubrir que ella misma no existe. Quizá así deje de ver lo invisible y estos delirios que son más reales que esa realidad que mis ojos ya no han de ver se vuelvan polvo y ya no duelan amargamente en mi pecho.

Sunday, December 4, 2011

Philopannyx kaí Nyktelios


But darkness for you is not dark
and night for you shines as the day.
(Psalms  139, 12)


The Empire of Light - René Magritte
En el estrábico reflejo de su mirada ebria danzaba gozosa mi tenue figura tallada por la lujuria de sus manos, bailaba casi con la misma gracia divina que impregna a los ángeles de la natividad mística de Botticelli. En esta escena, - diferencia digna de mencionar - el domo dorado que corona la mencionada obra se formaba en la superficie convexa de sus las pupilas por la acción de los primeros haces de luz que rayaban la mañana, filtrándose invasores por las hendijas de aquellas avejentadas persianas. No hubo tiempo de reaccionar, el día nos había pescado in fraganti a mi nuevo amigo y a mí, desnudos y a punto de dar un salto evolutivo en nuestra especie. Interrumpido nuestro tributo a Darwin por el resplandor de la mañana, hube de cobijarme temeroso a su lado en las penumbras que aún abrigaban la noche de aquel cuarto para que las saetas de Febo no alcanzasen mi blancura.

En efecto, la Noche se había alejado ya llevando consigo su manto de estrellas para decorar el otro extremo del globo. En su apuro, había partido olvidando que aún los amantes tardíos estábamos jugando a ofrecerle nuestro culto. El castigo por haber desposado a la noche es que ella celosa se apura a pasar cuando nuestros cuerpos juguetones caen por azar en las cándidas manos de uno de los sacerdotes que administran su ministerio en el misterio de las penumbras, pliegues de la diosa Nox en los que copulan los fieles sin recuerdo de la luz que está a punto de invadir la tierra. Afortunadamente, el ancestral dios Érebo, nacido del Caos, nos ha sabido reservar siempre algo de su esencia en los contornos de nuestro escenario; quizá suceda esto porque en el desorden de nuestro proceder accidentado le recordamos con nostalgia el cruel imperio de su padre en el inicio de los tiempos, allá donde la memoria se pierde y sólo el mito hace eco. Ciertamente, el frenesí que acogía nuestra excitación era mezcla de vida y muerte violentamente amalgamadas en cada beso, en cada mordida, en cada caricia apresurada.  Con ello no me cabe duda de que cuando uno se aproxima tanto al abismo de los placeres, difuntos y vivientes por igual envidian nuestro culto e insultan nuestro credo esperando que caigamos para poder descansar.
"Amor Sagrado, Amor Profano", de G. Baglione. Roma, 1602.

Decía entonces que la noche retrocedía en tanto el día amanecía, y que mi cuerpo se acurrucaba bajo las alas de  mi ángel nocturno en las últimas sombras del amanecer. Sus besos se multiplicaron por miles y sus caricias por millones. Un susurro en el oído bastó para que comprendiera que la noche continuaba viva debajo de aquellas sábanas.

Obediente y fiel a mi Diosa y a fin de no turbar la presencia de aquel alado protector, volví una vez más a vestirme de desnudez. Después de todo, los ángeles - al igual que las palomas - son tan libres que uno  nunca puede estar seguro de cuándo se irán volando en busca de climas más cálidos o de si acaso alguna vez volverán a visitarnos, a escribirnos, a invocar nuestro nombre. Nyktelios era el suyo; Philopannyx , el mío. Ambos enamorados de la noche.